El país está en medio de una pelea entre un régimen autoritario con escasa credibilidad, que pretendería mantener vivo el espíritu de los cambios impulsados por Hugo Chávez (con nulo éxito), y una oposición liderada por figuras de derecha y ultraderecha-que están a favor del liberalismo y el achicamiento del Estado- como las que se observan en otras partes del continente y que comienzan a tener más fuerza que en otros tiempos.
Victoria Di Cosmo*
Venezuela atraviesa una profunda crisis general desde hace ya varios años. Dicha crisis es principalmente económica y política, por lo que repercute en todos los demás aspectos de la sociedad. Desde hace años, el país bolivariano se embarcó en un camino de autoritarismo creciente, junto a graves violaciones a los derechos humanos y políticos de cientos de miles de ciudadanos, en medio de una economía cada vez más frágil y la migración de millones de venezolanos.
La hiperinflación, la presencia excesiva del Estado en la economía, la alta dependencia de las importaciones, la caída del precio del petróleo, materia prima estratégica de Venezuela, la caída de la producción, persecución – a veces difusa, a veces directa- a líderes opositores, la nula independencia entre poderes, una pesada carga fiscal debido a la alta deuda externa, son algunos de los ingredientes que destacan al echar un vistazo sobre Venezuela.
Si bien es fácil identificar cuáles son los problemas visibles en el caso venezolano, el explicar la situación política reviste un poco más de dificultad. ya que no es igual a las dictaduras que conoció la región sudamericana en el siglo pasado.
En Venezuela es posible manifestarse públicamente en contra del gobierno, hay gobernadores y alcaldes opositores en distintos municipios, las redes sociales funcionan como medio de comunicación entre muchos venezolanos, y aún se mantienen las elecciones, aunque teñidas de desconfianza a nivel mundial por resultados que parecen inverosímiles, además de no contar con actas que los prueben como verdaderos.
Este último punto fue parte del contexto polémico reciente del país: las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024, donde se elegiría a un candidato para ocupar la primera magistratura del país por los siguientes seis años.
Las elecciones del 28 de julio
En dichas elecciones se enfrentarían Nicolás Maduro, actual presidente desde 2013, y el principal candidato de la oposición: Edmundo González Urrutia, tras que el Tribunal Supremo de Justicia inhabilitara para participar en los comicios a María Corina Machado, quien en 2023 sacó más del 90% en las elecciones primarias de la oposición. Tras ser ratificada la inhabilitación por parte de la Corte Suprema en enero de 2024, la ahora ex candidata dió públicamente su apoyo a González Urrutia.
Este candidato fue una elección de último momento por parte de la coalición de oposición, ya que, el tiempo se estaba agotando y ya se habían sufrido varios golpes por parte de las autoridades electorales oficialistas en cuanto a qué candidatos opositores podían participar legalmente de las elecciones.
De forma sistemática, en Venezuela ha sido cada vez más complejo poder reunir todos los requisitos para participar de las elecciones sin ser deshabilitado arbitrariamente por los organismos estatales que regulan los procesos electorales, ya que, están cooptados por el oficialismo, reduciendo de esta forma el acceso al ejercicio pleno de los derechos políticos de los candidatos opositores.
Edmundo González Urrutia tiene una amplia trayectoria en el servicio diplomático venezolano, llegando a ser director general de política internacional y también embajador en Argelia (1991-1993) y Argentina (1994-2002) en los treinta años que duró su carrera diplomática. Luego, en 2010, se dedicó a la docencia universitaria y más tarde formó parte de la Mesa de la Unidad Democrática, cuyo objetivo era consolidar la estrategia opositora del país.
Si bien cuenta con experiencia en el campo de la política, no era un candidato que se tuviera en mente a la hora de enfrentar al oficialismo, pero como fue mencionado anteriormente, la coalición opositora lo eligió como candidato único prácticamente como última opción. Su postulación se fue fortaleciendo con el apoyo de los distintos sectores de la oposición, que vieron en estas elecciones una oportunidad crucial para cambiar el rumbo de un país duramente castigado desde varios frentes.
Las conexiones de la oposición
Unas de las principales figuras que mostró su apoyo a González Urrutia fue la ya mencionada María Corina Machado, reconocida opositora venezolana. Machado ha estado involucrada en la política de su país por alrededor de 20 años, lapso en el que ha participado de varias elecciones.
Además, se ha aliado con distintos opositores, como por ejemplo Leopoldo López y Antonio Ledezma, con quienes convocó a manifestaciones masivas en 2014 para pedir por la restitución del orden democrático en el país. Dichas manifestaciones se extendieron por meses y dejaron un saldo de 43 muertos y cientos de heridos, lo que derivó en que se llevara el caso a la Corte Penal Internacional por posibles crímenes de lesa humanidad cometidos por las autoridades estatales de seguridad para aplacar las manifestaciones. La orientación de Machado es principalmente liberal, como lo muestran sus propuestas de campaña: fortalecimiento del libre mercado, achicamiento del Estado, y privatización de empresas públicas, incluso de la compañía petrolera estatal PDVSA, piedra angular de la economía venezolana.
Por otro lado, la candidata ha señalado la necesidad de estabilización fiscal y monetaria del país, de reestablecer las garantías judiciales y el estado de Derecho, y de promover las reformas necesarias para atraer inversiones que ayuden a poner en pie los servicios públicos nuevamente.
En este espacio hemos abordado anteriormente la implicación de la organización Atlas Network en la articulación de una red de think-tanks liberales de derecha en Latinoamérica, que a través del financiamiento proveniente de Estados Unidos, han influenciado cada vez más las luchas de poder en favor de una derecha liberal en lo económico y mayoritariamente conservadora en lo social en distintos países latinos, siendo el caso de Javier Milei en Argentina uno de los más recientes y exitosos para Atlas.
La Fundación Atlas, organización que recibe los fondos de contribuyentes estadounidenses y los “invierte” en otras organizaciones y think-tanks de derecha liberales en Latinoamérica con el objetivo de posicionar a la derecha libertaria en la región, tiene como uno de sus principales asociados y receptor de inversiones al Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad( Cedice Libertad). Dentro del entramado de think-tanks liberales, esta organización reproduce en Venezuela el mismo discurso que sus pares en otros países de la región: la defensa de las ideas del libre mercado y la libertad individual, tal como lo indica su página web principal.
Cedice Libertad y María Corina Machado han tenido una relación cercana, especialmente a partir de 2005. El think-tank recibió financiamiento del Center for International Private Enterprise (o Centro para la Empresa Privada Internacional) a través de Atlas en 1998, y su director formó parte de quienes firmaron el Decreto Carmona, cuyo objetivo fue apoyar el intento de golpe de Estado contra Chávez en 2002.
Cedice, al igual que Machado, ha sido de los principales promotores de múltiples y violentas manifestaciones contra el oficialismo en varias ocasiones, como en 2014 y 2017. Además, la organización ha brindado su apoyo a Machado, y ella ha hecho lo mismo hacia la Red Atlas, a la cual dió gracias públicamente en una videoconferencia en 2014 por sus “luchadores de la libertad” y servicios prestados.
Esto es un aspecto más del fenómeno observado en varios países de la región: el surgimiento de una derecha libertaria y conservadora, dispuesta a traer devuelta en muchos casos, varias de las políticas más negativas de décadas anteriores, como el desmantelamiento del Estado y la privatización de las empresas públicas.
¿Triunfo de Maduro?
Volviendo a las elecciones, éstas se llevaron a cabo el 28 de julio como estaba previsto, y generaron una nueva oleada de protestas y cuestionamientos por parte de líderes de todo el mundo, ante la falta de credibilidad de los resultados electorales que dieron como ganador a Maduro.
Tras hacerse pública la supuesta victoria de Maduro, las calles de Venezuela se llenaron de manifestantes pidiendo la publicación de las actas electorales, las cuales no fueron presentadas y sumaron mayor incertidumbre al ya complejo escenario. En la noche del domingo, el día de las elecciones, el Consejo Nacional Electoral concedió la victoria a Maduro, indicando que con el 80% de las mesas escrutadas, el actual presidente había obtenido el 51,20%, superando a su contrincante, Edmundo González quien obtuvo 44,2%.
Previo a las elecciones oficiales, los sondeos de opinión daban como perdedor al actual mandatario, lo cual coincide con los datos obtenidos por la Plataforma Unitaria Democrática (una asociación opositora que nuclea a políticos, miembros de la sociedad civil, sindicatos, etc.), la cual indicó que dos días después de las elecciones y teniendo en su poder el 73% de las actas electorales, el porcentaje de votos a favor del candidato opositor rondaba el 67%, superando así a Maduro.
Las repercusiones en la comunidad internacional
La comunidad internacional reaccionó rápidamente ante la incertidumbre generada por los supuestos resultados electorales. Líderes de distintas orientaciones políticas expresaron su preocupación por la fiabilidad de los mismos y por el respeto a la democracia en el país: Gabriel Boric, presidente chileno, indicó que no reconocerían ningún resultado que no estuviera respaldado por los documentos correspondientes, mientras que Lacalle Pou, su par uruguayo, expresó que tampoco respaldaría los resultados, debido a la desconfianza en la forma en la que se llegaron a los mismos.
Además, cancilleres de nueve países latinoamericanos, entre ellos Argentina, República Dominicana, Perú, y Ecuador, se sumaron al pedido de un conteo transparente de los votos. Desde el Departamento de Estado estadounidense, Antony Blinken, secretario de Estado, indicó que su país ve con preocupación el resultado de las elecciones venezolanas ya que no parecen mostrar la verdadera voluntad de millones de venezolanos.
Por otro lado, los presidentes de Brasil y Colombia, Lula da Silva y Gustavo Petro respectivamente, indicaron en un comunicado conjunto que la única forma de restablecer la credibilidad del proceso electoral venezolano, es publicar los conteos transparentemente. En la misma línea se han expresado desde la Unión Europea, donde se negaron a aceptar como válidos los resultados debido a la insuficiencia del material aportado como prueba de la veracidad de los mismos por parte del gobierno de Nicolás Maduro. El apoyo parece ser muy escaso: los gobiernos de Bolivia, Cuba, Nicaragua, Honduras, China e Irán son algunos de los pocos países que han respaldado la continuidad de Maduro.
Los veedores internacionales del Centro Carter, de la Unión Europea, al igual que de la Organización de Estados Americanos (OEA) no tuvieron permitido observar el proceso electoral, lo que suma más presiones al gobierno de Maduro sobre la confiabilidad de los resultados. La ONU, por su lado, indicó que envió a expertos a Caracas para que elaboren un informe confidencial sobre las elecciones.
En el contexto de la profunda crisis, agravada por la atención que atrajeron los resultados de las elecciones, y el creciente autoritarismo, parecen poner al gobierno de Nicolas Maduro en un lugar cada vez más incómodo y difícil de sostener.
El aislamiento internacional probablemente tienda a recrudecer, como lo muestra la falta de apoyo de gobiernos que serían cercanos en orientación política al de Maduro, como el de Boric, Lula, Petro y López Obrador en la región, o el de Pedro Sánchez en Europa, que en los últimos días le dio asilo político a Edmundo González Urrutia.
Esto podría generar que los escasos síntomas de mejora en el terreno económico vuelvan a retroceder, generando un incremento del malestar social, ante lo cual el siempre gobierno ha respondido sistemáticamente con más represión por parte de las fuerzas de seguridad.
En el plano político, Venezuela está en medio de una pelea entre un régimen autoritario con escasa credibilidad que pretendería mantener vivo el espíritu de los cambios impulsados por Hugo Chávez (con nulo éxito), y una oposición liderada por figuras de derecha y ultraderecha, a favor del liberalismo y achicamiento del Estado, como las que se observan en otras partes del continente y que comienzan a tener más fuerza que en otros tiempos.
*Victoria Di Cosmo – Licenciada en Relaciones Políticas Internacionales / Investigadora del ISEPCI