Luchas en Pandemia. 7.6.20

Postpandemia: perspectivas inciertas, perspectivas de luchas

En un marco de incómodas incertidumbres, tenemos por delante dos elementos seguros: el primero, es que sin cambios estructurales no hay salida de la crisis actual. La segunda certeza, es que no habrá transformaciones sin luchas que sean capaces de unir y movilizar a los más amplios sectores de la sociedad tras objetivos comunes de cambio. No hay ningún ejemplo en la historia de la humanidad en el que se hayan producido evoluciones progresivas de la magnitud que hoy son indispensables, sin extendidos, generalizados, y abarcadores procesos de confrontaciones y disputas, que pueden abarcar períodos de corto y mediano plazo.

Escribe: Isaac Rudnik


Habiéndose cometido por algunos pueblos la imprudencia, á pesar de los dispuesto por este Gobierno civil en la circular inserta en el Boletín del 25 del mes último, de celebrar las fiestas de la localidad, dando origen con ello á a que se haya difundido rapidísimamente la epidemia entre el vecindario, creando con ello situaciones angustiosas para dichos pueblos, vuelvo a reiterar á los que todavía no están convencidos del grave peligro que esto encierra, que se abstengan terminantemente de celebrar dichas fiestas ó reuniones…Po tanto, estoy resuelto a castigar duramente, como ya se ha hecho en algún caso, a los incumplidores de esta disposición. Asimismo, recuerdo que la infección se propaga por las gotitas de saliva que despide el que habla, tose, et. Á nuestro lado, al ser respiradas por los que le rodean…Que se abstengan, en consecuencia, de permanecer en locales cerrados, mal ventilados, donde se reúne mucha gente, como tabernas, cafés, etc. Que se extreme limpieza de las casas. Que se tengan abiertas todo el día las ventanas de los dormitorios y se ventilen con frecuencia los locales durante permanezcan todo el día. Estar en el campo el mayor tiempo posible porque el aire libre, el agua, la luz son los mejores desinfectantes de ocasión. Tener mucha limpieza de la boca y en una palabra seguir los consejos del Médico y desoír a los ignorantes que se os invitan á beber alcohol ó consumir tabaco como remedios preventivos por ser sus efectos en esta ocasión más nocivos que nunca.

Burgos, 4 de octubre de 1918. El Gobernador, Andrés Alonso López

(Resolución dictada durante el auge en Europa de la gripe aviar de 1918/1920)[1]

 

Más de seis millones en menos de seis meses

Hace escasos seis meses se reportan los primeros casos de contagio del coronavirus. Durante los últimos días de 2019 China comunica a la OMS casos de neumonía detectados entre el 12 y el 29 de diciembre en la ciudad de Wuhan.

El 1 de enero cierran el mercado mayorista de mariscos de esa ciudad, porque evalúan que allí pueden haberse originado los primeros contagios. Entre el 5 y el 7 de enero anuncian primero que el virus que se logró aislar no corresponde a ninguno de los conocidos (como el SARS o el MERS), y después que se trata de un nuevo coronavirus al que la OMS llama provisoriamente como “2019-nCoV” (un mes después lo denominará COVID-19).

El 11 de enero las autoridades municipales anuncian que el día 9 falleció un hombre de 61 años -que trabajaba en el mercado clausurado- con insuficiencia respiratoria grave provocada por ese virus. Entre el 13 y el 16 de enero se reportan contagios en Tailandia y Japón, de personas que habían llegado de Wuhan.

El 17 se reporta una segunda muerte en Wuhan, en los días posteriores se detectan hasta 129 contagios en distintas ciudades de China, Wuhan cierra aeropuertos y estaciones de ferrocarril. El 21 de enero se descubre el primer caso en EEUU y el 24 el primero en Francia, siendo el inicial para Europa. Dos días después se informa que ya existen 2700 contagiados en China, 50 en otros países y 80 muertos, éstos todos en China.

El 31 de enero los casos ya son 9800 y los muertos 170, mientras los contagios se extendieron a 20 países de todos los continentes. El 5 de febrero la cifra oficial de muertos llega a 500, cinco días después el número se duplica. Entre el 18 y el 20 de febrero las personas fallecidas por esta causa se duplican nuevamente y ya son 2000.

El día 15 de febrero el virus se cobra la primera víctima en Europa, y en la semana siguiente Italia empieza a sufrir un fuerte incremento. El 29 de febrero se detectan 86.000 contagiados en el mundo; el 31 de marzo llegan a 755.000, suben a 3.096.000 el 30 de abril, el 31 de mayo a los 5.939.000, y una semana después, 6.750.521 (más de 100 mil por día en la última semana) el 7 de junio según el último reporte de la OMS, que además contabiliza 395.779 fallecimientos por la misma causa.

En nuestro continente los primeros casos se detectan sobre finales de enero en EEUU, y un mes después -26 de febrero- Brasil informa del primer contagiado en América Latina: un hombre de 61 años que había viajado a Italia. Hasta mediados de marzo los casos diarios reportados desde las Américas llegan a un máximo de 209 el día 16/03, y desde allí en adelante van subiendo en forma exponencial (con epicentro al principio en EEUU y después con la inestimable “ayuda” de Brasil).

Desde 2243 casos (1882 en EEUU) el 17 de marzo, a los 45.727 del 1 de mayo (31.379 en EEUU+6276 en Brasil), hasta llegar a fines de mayo al triste récord de 73.439 de personas contagiadas en un solo día, de las cuales 17.962 están en EEUU y 33.274 viven en Brasil. Al 7 de junio las Américas concentran el 47,45% de los casos de todo el mundo llegando a 3.203.295 de personas contagiadas de las cuales 1.886.794 son de EEUU, y 614.942 de Brasil. En estos dos países actualmente está el 78% de los casos del continente y 37% de los alcanzados por el virus en todo el mundo.[2]

Antecedentes y características

Según Ignacio Ramonet[3] esta “es la catástrofe más previsible de la historia”, y para fundamentar esta afirmación cita numerosos antecedentes. Desde un documento producido por una sección de la CIA en el año 2008, en el cual prevé “…la aparición de una enfermedad respiratoria humana nueva, altamente transmisible y virulenta para la cual no existen contramedidas adecuadas, y que se podría convertir en una pandemia global… probablemente ocurriría en un área marcada por una alta densidad de población y una estrecha asociación entre humanos y animales, como muchas áreas del sur de China y del sudeste de Asia, donde no están reguladas  las prácticas de cría de animales silvestres lo cual podría permitir que un virus mute y provoque una enfermedad zoonótica potencialmente pandémica…”.

Durante el mismo 2008 otro documento de la Universidad de Hong Kong afirmaba: “…La presencia de un gran reservorio de virus similares al SARS-CoV en los murciélagos de herradura, junto con la cultura de comer mamíferos exóticos en el sur de China, es una bomba de relojería… La posibilidad del surgimiento de otro SARS causado por nuevos coronavirus de animales, no debe ser descartada. Por lo tanto, es una necesidad estar preparados…”.

En la última década le siguieron numerosas alertas en el mismo sentido, en 2014 Barak Obama señaló que: «se debía invertir en infraestructuras sanitarias para poder enfrentar la posible llegada de una epidemia de nuevo tipo. Incluso recordó que siempre se puede presentar un azote similar a la «gripe de Kansas» (mal llamada «española») de 1918,- y dijo- que puede que llegue un momento en el que tengamos que enfrentar una enfermedad mortal, y para poder lidiar con ella, necesitamos infraestructuras, no solo aquí en Estados Unidos sino también en todo el mundo para conseguir detectarla y aislarla rápidamente…”.

Como si esto no fuera suficiente en 2015 Bill Gates también avisó: “… Puede que surja un virus con el que las personas se sientan lo suficientemente bien, mientras estén infectadas, para subirse a un avión o ir al supermercado… Y eso haría que el virus pudiera extenderse por todo el mundo de manera muy rápida… El Banco Mundial calcula que una epidemia planetaria de ese tipo costaría no menos de tres billones de dólares, con millones y millones de muertes…”.

Lo cierto que ante la llegada de la pandemia surgieron los debates recurrentes respecto a cómo abordar su tratamiento, para lo cual también es interesante tener en cuenta algún antecedente, como el de la pandemia de la gripe aviar de 1918/19 a la que hace alusión Obama, llamándola “gripe de Kansas”.

Numerosas investigaciones coinciden que los primeros casos se detectaron en los campamentos militares de Kansas, EEUU, a principios de 1918, aunque varios ubican su origen entre 1916 y 1917 en otros campamentos militares del mismo país. Según esta línea de investigación, en diciembre de 1917 catorce campamentos estaban seriamente afectados por la gripe que producía numerosos muertos entre los soldados.

En ese contexto, el entonces presidente Woodrow Wilson consultó con el Jefe de Estado Mayor sobre si deberían seguir mandando soldados a Europa. Resolvieron no interrumpir el envío de tropas calculando que una decisión en contrario podía perjudicar el curso de la guerra.[4]

De esta manera la pandemia habría desembarcado en Europa (otras investigaciones ubican su origen en un campamento militar inglés establecido en el norte de Francia), propagándose a todo el mundo, produciendo entre 25 y 100 millones de muertos según los diferentes estudios. La información sobre su desarrollo y expansión fue prohibida, salvo en España que no participaba en la guerra, por lo que la única información disponible venía de ese país, y entonces se la llamó “gripe española”.

En el tratamiento de una enfermedad para la que no había contención posible, que iba demostrando su capacidad de multiplicarse con un alto nivel de letalidad, predominaron los intereses que se estaban dirimiendo en el curso de la guerra, y como complemento necesario se prohibió divulgar toda información al respecto.

 

Hospital improvisado en Camp Funston, Kansas, en 1918.

 

Una metodología criminal, no ajena a varios gobernantes de esta época, que durante más una década la aplicaron por omisión, desoyendo u ocultando las advertencias y previsiones de diversas comunidades científicas, que alertaban sobre la ausencia de vacunas y antivirales indispensables para oponerle barreras eficaces, a lo que se agregaba la insuficiencia de las infraestructuras de salud existentes.

Lejos de eso, los sistemas de salud pública se debilitaron en todo el mundo, mientras que los sistemas privados tomaban la posta concentrándose en las inversiones más rentables, que lejos de la prevención se concentran en la atención de los pacientes de más alto poder adquisitivo, y en la producción de medicamentos no esenciales, pero altamente rentables.

Luego, ante el advenimiento masivo e inmanejable de la pandemia la presentaron como una “sorpresa total que nunca nadie previó que podía suceder” y, con el argumento de no dañar en demasía las estructuras económicas, reaparecieron en debates no públicos entre cierta dirigencia política e intelectual las ideas cercanas a la teoría de Malthus, favorables a no sostener los impedimentos a la circulación de personas y por ende de la propagación del virus, dejando correr la eliminación de ancianos y enfermos que, según esta concepción, solo “aportan” a bajar los niveles de productividad de la sociedad en su conjunto.

En algunos casos estos sectores rechazan las inversiones destinadas a recuperar las infraestructuras de los sistemas públicos de salud que fueron demolidas por décadas de depredación neoliberal, en otros, se oponen a las transferencias de rentas desde los estados para ayudar a los más vulnerables, intentando – y no pocas veces logrando- que esos recursos queden empantanados en las arcas de las grandes empresas.

 

Ciertas características del COVID-19 lo hacen particularmente peligroso. Primero, que en un período que llega a alcanzar hasta 14 días de ingresado al organismo de una persona, puede ser asintomático, pero con una alta capacidad de contagio. Segundo, desde que entra al organismo humano, una vez que penetra en cada célula es capaz de generar en solo 24 horas hasta cien mil copias de sí misma. Y tercero, que como consecuencia de los “olvidos” y negligencias que describimos más arriba, hoy no hay remedios ni vacunas, ni infraestructura indispensable para contener un virus, que tiene fuerte velocidad de circulación, y enorme capacidad de reproducción.

El confinamiento como «solución» de emergencia

En ese marco, el confinamiento y la meta de “aplanar la curva” de contagios se convirtieron en las principales estrategias para debilitar la velocidad de circulación del virus y contener el contagio masivo, adoptada por una importante cantidad de países, entre ellos la Argentina.

El objetivo fue “ganar tiempo” mientras se fortalecían los sistemas de salud (desde compras de insumos básicos como barbijos y respiradores artificiales, hasta el incremento de camas en terapia intensiva). En algunos países se concordaron con bloqueos directos a ciudades enteras (como en Wuhan), testeos masivos, y/o la incorporación de estrictos mecanismos de ciber vigilancia, que mostraron diferentes niveles de eficacia.

La mixtura entre los diferentes métodos se fue combinando en diversas proporciones, de acuerdo con los recursos disponibles y los resultados obtenidos, en la mayoría de los casos, evaluados sobre la marcha. En todos los países se aplicaron restricciones (en casi todos totales) a la circulación transfronteriza de personas, se suspendieron viajes por vías aéreas, terrestres y marítimas.

A medida que se fue profundizando la crisis económica mundial (seguramente los números del 31 de mayo son aún más negativos, tanto los que miden las variables actuales, como las proyecciones para el futuro inmediato), la decisión del confinamiento fue despertando fuertes polémicas: sobre si era inevitable y cuánto es necesario mantenerlo, o por el contrario, si era posible reemplazarlo por otras políticas, y si es posible ahora flexibilizarlo o eliminarlo para que produzcan menos daño a las actividades económicas.

La mayor parte de las llamadas economías avanzadas fueron imponiendo el aislamiento después que en sus inicios buscaron eludirlo, pero el rápido crecimiento de contagios y muertes los llevó a cambiar y marchar en dirección de imponer diferentes variables de confinamiento. 

Entre otros, lo sucedido en tres países que cuentan con economías avanzadas o emergentes se pueden tomar como ejemplos paradigmáticos. Tanto Trump en EEUU, Bolsonaro en Brasil, López Obrador en México y Boris Johnson en Reino Unido desde los inicios se convirtieron en cruzados cotidianos contra las políticas de confinamiento.

El primer ministro del Reino Unido, después de observar una multiplicación de contagios sin precedentes durante todo marzo, sobre final de ese mes decretó un cierre de todas las actividades, excepto las esenciales. Incluso él mismo fue internado por contagio del coronavirus el 5 de abril y trasladado a terapia intensiva el día 7. Allí permaneció varios días hasta volver a sala común y dado de alta el día 12 de abril. Recién sobre finales de ese mes pudo regresar a hacerse cargo del gobierno.

En estos primeros días de junio ante el descenso de contagios -como en varios países de Europa- empezó en el Reino Unido un lento proceso de apertura del confinamiento. Por su lado Trump y López Obrador aún hoy mantienen actitudes renuentes y polémicas respecto a la instalación del confinamiento. En México mientras recién el 30 de marzo se suspendían formalmente las actividades no esenciales (con numerosas excepciones), el presidente López Obrador instaba a la población a “salir a socializar”. En la actualidad en un contexto de crecimiento de contagios se está empezando a flexibilizar el confinamiento.

En EEUU los estados federales fueron implementando (con la oposición de Trump), las medidas de restricción necesarias que permitieron empezar a aplanar lentamente la curva de propagación del virus, aunque sigue siendo el país récord de contagiados y fallecidos, mientras el presidente toma extrañas acciones como la ruptura con la Organización Mundial de la Salud.

En todos los casos el argumento central para sostener la oposición a sostener el instrumento del confinamiento y acelerar la apertura generalizada de las actividades económicas y sociales, es la necesidad de recuperar el funcionamiento corriente de la economía, ya que su actual parálisis estaría provocando más muertos que una eventual aceleración de contagios.

Sin embargo, el confinamiento resultó el recurso de contención más eficaz para detener la multiplicación exponencial de los contagios, logrando en la mayoría de los casos “aplanar la curva”, y aun cuando se convirtió en un factor acelerador de la actual caída de la economía global, hay que reconocer que esta ya venía bastante debilitada, porque nunca se pudo recuperar totalmente de los efectos de la gran crisis de 2008/2009.

Caída de la economía y confinamiento sanitario

En su último informe de abril 2020, ya con la pandemia en pleno despliegue, los datos del FMI proyectan una caída generalizada de la economía mundial:

 

Salvo China e India, con saldos favorables mínimos que implican una fuerte desaceleración, las previsiones de importantes reducciones en los PBI nacionales es el rasgo común predominante. En el contexto de una contracción del 3% para el producto mundial, las caídas previstas para 2020 van desde 5,2% para los países de América Latina y el Caribe (Brasil 5,3%, México 6,5%), hasta el 7,5% en la zona euro (9,1% Italia, 8% en España, 7% en Alemania, 6,5% % en Reino Unido), mientras que EEUU descendería 5,9%, y Rusia 5,5%. O sea, entre los diferentes países considerados, las bajas oscilan entre un 5 y un 9%.

Teniendo en cuenta que excepto China e India, el decrecimiento del PBI llega con cierta homogeneidad a todos los países, incluidos los que no imponen restricciones al movimiento de las personas, es importante observar la evolución de los contagios y fallecimientos por coronavirus durante el último mes, comparando resultados entre unos y otros, en un contexto en que los gobiernos de EEUU, Brasil y México -en distinto grado- se mantienen renuentes a sostener el confinamiento como orientación fundamental para el control del virus.

La diferencia principal en este grupo de países radica en la evolución de la tendencia de contagiados y fallecidos, entre los que no impusieron (o lo implementaron limitadamente) el confinamiento como medida de contención (tendencia ascendente) y los que sí lo tomaron como herramienta fundamental (tendencia descendente), mientras que la reducción del PBI llega -si bien en magnitudes diferentes- a todos de manera similar.

La afirmación de que el confinamiento es causa principal de la crisis económica es falsa, como también la supuesta contradicción entre salud y economía.

La crisis global de la economía

En enero de 2019 el FMI explicaba en su “Actualización de Perspectivas de la Economía Mundial” que: “…La expansión mundial se ha debilitado. Se estima que en 2018 el crecimiento mundial fue de 3,7%, conforme a lo pronosticado en la edición de octubre de 2018 de Perspectivas de la economía mundial (informe WEO), a pesar del desempeño más flojo de algunas economías, particularmente en Europa y Asia… Los pronósticos de crecimiento mundial correspondientes a 2019 y 2020 ya se revisaron a la baja en el último informe WEO, en parte a raíz de los efectos negativos de los aumentos de aranceles introducidos en Estados Unidos y China previamente en el  año…”.

(https://www.imf.org/es/Publications/WEO/Issues/2019/01/11/weo-update-january-2019)

En octubre de 2019 el informe del FMI sobre Perspectivas de la Economía Mundial decía: “Durante el último año, el crecimiento mundial dis­minuyó drásticamente. Entre las economías avanzadas, el debilitamiento ha sido generalizado y ha afectado a las grandes economías (Estados Unidos y, especialmente, la zona del euro) y a las economías avanzadas más pequeñas de Asia. El enfriamiento de la actividad ha sido más pro­nunciado entre las economías de mercados emergentes y en desarrollo, como Brasil, China, India, México y Rusia, así como en algunas economías aquejadas por tensiones macroeconómicas y financieras… una característica común del debilitamiento del ímpetu de crecimiento durante los últimos 12 meses ha sido un notable enfriamiento geográficamente generali­zado de la producción industrial…”.

(https://www.imf.org/es/Publications/WEO/Issues/2019/10/01/world-economic-outlook-october-2019)

 

Ya en enero de este año 2020 el FMI revisa nuevamente  a la baja sus previsiones: “…Se proyecta que el crecimiento mundial, que según estimaciones fue de 2,9% en 2019, aumente a 3,3% en 2020 y a 3,4% en 2021; es decir, una revisión a la baja de 0,1 puntos porcentuales para 2019 y 2020 y de 0,2 para 2021, en comparación con las cifras presentadas en la edición de octubre de Perspectivas de le economía mundial (informe WEO). La revisión a la baja se debe principalmente a resultados inesperados negativos de la actividad económica en unas pocas economías de mercados emergentes, en particular India, que dieron lugar a una revaluación de las perspectivas de crecimiento correspondientes a los próximos dos años. En unos pocos casos, esta revaluación también tiene en cuenta el impacto del mayor malestar social…”

https://www.imf.org/es/Publications/WEO/Issues/2020/01/20/weo-update-january2020

Durante el 2019, a causa de la agudización de la guerra comercial entre China y EEUU, se fueron revelando numerosos síntomas de estancamiento en la economía global, con expresiones más agudas en los países de los llamados “mercados emergentes” (grupo heterogéneo conformado por países como China e India, pero también Brasil, Argentina y México).

En enero de este año las proyecciones de menor crecimiento confirman la situación de estancamiento general y la incertidumbre sobre la evolución futura. En este contexto la irrupción de la pandemia viene a producir efectos devastadores, que hasta ahora no encuentran piso, particularmente para los trabajadores y los sectores medios.

Sobre un total de la fuerza laboral mundial calculada en 3.300 millones de personas, unas 2.700 (81% del total) se encuentran afectadas por las medidas de confinamiento total o parcial;[5] la OIT a su vez calcula una pérdida del 6,5% de horas de trabajo en todo el mundo; EEUU pasó de tener del 4,6% de su fuerza laboral desocupada en marzo, a un 14,7% en abril, llegando a sumar 40 millones de desempleados en mayo, producto de una ola quiebras y cierres de numerosas empresas que multiplicaron la desocupación.

En nuestro país, según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, desde el inicio de la cuarentena se perdieron 900 mil puestos de trabajo: 120 mil entre autónomos y empleadores formales, 150 mil asalariados formales, 180 mil asalariados informales, cuentapropistas no profesionales perdieron 160 mil puestos, a los que hay que sumar 250 mil entre los/as trabajadores/as informales eventuales (changas, etc.). Por su lado la OIT calcula para la Argentina una pérdida de 720 mil puestos de trabajo para todo el 2020, y FIEL informa que sólo en abril se perdieron 100 mil puestos registrados.

(https://www.lanacion.com.ar/economia/la-cuarentena-se-lleva-mas-720000-puestos-nid2373081 )

Perspectivas inciertas, perspectivas de lucha

Se conocen por estos días numerosos estudios, algunos más serios que otros, que vaticinan diferentes escenarios para los meses posteriores a la salida del aislamiento, que con diferentes matices de fue imponiendo en la mayoría de los países. Los más optimistas predicen una rápida recuperación de las pérdidas en plazos relativamente breves que van de uno a dos años, otros auguran períodos más prolongados con procesos más lentos.

A estas proyecciones en el terreno estrictamente económico hay que agregarle las que analizan la evolución de la capacidad de contagio del virus, signadas por evaluaciones que en muchos casos llegan a conclusiones diferentes, sobre las posibilidades de la “inmunización de rebaño”, las potencialidades para producir remedios efectivos y/o vacunas en el corto plazo, o sobre las condiciones inevitables para que durante los meses siguientes a la declinación de los contagios, se produzcan nuevas y más mortíferas oleadas del coronavirus, como vienen afirmando algunos de los epidemiólogos más importantes del mundo.

Volviendo a los debates en el terreno económico, también hay conclusiones diferentes respecto las condiciones para posibles cambios de los modelos que predominaron en las últimas décadas en todo el mundo, habida cuenta de que esta crisis desnudó una vez más las desigualdades que genera, y las enormes limitaciones para afrontar con “estados mínimos” crisis de la magnitud y extensión como la que estamos atravesando.

En el terreno de los argumentos y en el de las certezas de la realidad las evidencias son contundentes: si no hay transformaciones estructurales que signifiquen cambios definitivos de los modelos (no “dentro de los modelos”) actuales, la crisis lejos de resolverse positivamente va a continuar profundizándose. De hecho, la respuesta a la gran crisis de 2008, a pesar de todos los discursos en contrario, se buscó encaminarla con una vuelta de tuerca de las mismas orientaciones que profundizaron el predominio del capital financiero y facilitaron aún más la circulación de todas sus herramientas depredadoras.

Los resultados están a la vista: estancamiento global que abarca más de una década e incremento exponencial de las desigualdades, instrumentación sin límites de todo tipo de acciones que favorecen la acumulación de enormes ganancias de pequeñas minorías, a costa de exponer la salud de miles de millones de personas a los avatares de un cambio climático que día a día precipita sus consecuencias cada vez más negativas.

En este marco de incómodas incertidumbres, tenemos por delante dos elementos seguros: el primero, es que sin cambios estructurales no hay salida de la crisis actual. La segunda certeza, es que no habrá transformaciones sin luchas que sean capaces de unir y movilizar a los más amplios sectores de la sociedad tras objetivos comunes de cambio. No hay ningún ejemplo en la historia de la humanidad en los que se hayan producido evoluciones progresivas de la magnitud que hoy son indispensables, sin extendidos, generalizados, y abarcadores procesos de confrontaciones y disputas, que pueden abarcar períodos de corto y mediano plazo.

Para alcanzar un futuro diferente a esta espiral descendente que hasta ahora no encuentra piso, debemos poner todas nuestras energías en afrontar un presente de lucha.

07/06/2020

Contacto: 1141882603

[1] https://osbodigital.es/2020/03/10/el-aire-libre-el-agua-luz-son-los-mejores-desinfectantes/

[2] https://covid19.who.int/

[3] https://www.nodal.am/2020/04/la-pandemia-y-el-sistema-mundo-por-ignacio-ramonet/

[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Pandemia_de_gripe_de_1918#Expansi%C3%B3n_de_la_epidemia

[5] https://translate.google.com/translate?hl=es-419&sl=en&u=https://thenextrecession.wordpress.com/&prev=search