*Por Victoria Di Cosmo e Isaac Rudnik
- Esta es la primera de una serie de notas respecto a las Dictaduras en Latinoamericanas, sus consecuencias, y su influencia en el avance de los discursos de derecha en la región.
- Aca pueden leer la segunda: El caso de Chile.
ACLARACIONES PREVIAS
Al momento de escribir esta serie de notas, hay altas probabilidades de que el próximo presidente de Argentina sea Javier Milei. Esto sería peligroso por una enorme cantidad de razones: su visión libertaria anti-estatal, su visión a favor del mercado de órganos y de la liberación de armas, su discurso opuesto a la justicia social, su propia inestabilidad emocional, entre muchos otros.
Pero un aspecto en particular nos interesa en este caso: Su relación histórica con la Dictadura Cívico-Militar de 1976-1983.
En el debate presidencial del día 1/10 el candidato aseguró que “los desaparecidos no fueron 30.000” y catalogó las desapariciones y asesinatos como “excesos” en el marco de una “guerra”.
Estos son argumentos típicos de una corriente de pensamiento que pretende relativizar y/o justificar el genocidio perpetrado por el Estado, obstaculizando los procesos de Memoria, Verdad y Justicia; e instalando quizás un marco para la liberación de condenados e incluso la repetición de algunos de estos crímenes. Estos argumentos son calcados de los utilizados por los perpetradores en el Juicio a las Juntas:
A esto se agregan algunos hechos y declaraciones en los últimos días, de integrantes de la fuerza política que promueve a Javier Milei, que parecen exteriorizar una decisión de redoblar la apuesta. Ya no sólo reivindicando a la Dictadura, sino también abriendo la posibilidad de intervenciones políticas y militares de las Fuerzas Armadas en la vida política nacional.
Desde declaraciones de la candidata a vicepresidenta, Victoria Villarruel, poniendo en duda la continuidad del Museo de la Memoria en la ex ESMA, hasta la difusión en las redes sociales de imágenes de soldados armados, que marchan con el trasfondo de marchas militares, bajo la consigna de “estas son las fuerzas que van a defender a Javier Milei”, pasando por la propagación de videos en la que algunos militares convocan a una rebelión militar.
Durante un tiempo, estos discursos fueron marginales en la sociedad argentina, reservados para sectores pequeños directamente vinculados a los genocidas como Cecilia Pando. Esto nos lleva a hacernos las siguientes preguntas: ¿Qué cambió? ¿Por qué estos discursos comienzan a crecer?
En Argentina hubo una condena judicial. Hubo un fiscal que se plantó y dijo “Señores Jueces, Nunca Más”, y hubo un fallo en contra de los líderes de las Juntas Militares. A pesar de ello, estos discursos se reavivan.
En el resto de Latinoamérica no hubo procesos judiciales condenatorios. Tampoco hubo un consenso tan amplio en el rechazo a los procesos militares ¿Qué repercusión pudo haber tenido esta diferencia en la Memoria de las sociedades? ¿Existen también este tipo de relatos en otros países de la región? ¿Están creciendo?
La idea de esta serie de artículos es comparar la lectura histórica respecto de la dictadura en Argentina con otros países del Cono Sur que atravesaron experiencias semejantes.
BRASIL: BOLSONARO Y LAS HUELLAS DE LA DICTADURA
*Por Victoria Di Cosmo
Brasil fue uno de los primeros países de la región en caer en las garras de los dictadores, en 1964. También fue uno de los períodos dictatoriales más largos en Sudamérica, ya que éste finalizó en 1985. Al igual que en otros rincones de nuestra región, las consecuencias de ese oscuro período continúan latentes. Ejemplo de esto son las fuerzas de seguridad de cada Estado, en los cuales prevalece el modelo de la dictadura.
Al margen de lo mencionado, en las sociedades latinoamericanas que atravesaron procesos dictatoriales suele haber dos tendencias a la hora de repensar dichos procesos: por un lado, están quienes consideran que el continente entero estaba “en guerra” contra el avance del comunismo, por lo que las acciones de los militares latinoamericanos fueron justificadas en ese marco, pese a posibles “excesos” cometidos por las fuerzas armadas.
Por otro lado, están quienes reconocen en las juntas militares acciones correspondientes al terrorismo de Estado, debido a las múltiples torturas, asesinatos, robo de hijos nacidos en cautiverio, etc. además de la instalación de políticas de liberalización de la economía que trajeron problemas económicos graves. Si nos basamos en las distinciones tradicionales del espectro político, la primera consideración es habitual en sectores de derecha, mientras que la segunda es normal en sectores progresistas y de izquierda.
Bolsonaro y “el peligro del comunismo”
Al analizar el caso de Brasil, se repite la tendencia mencionada anteriormente. La derecha brasileña representada, por ejemplo, en la figura del ex presidente Jair Bolsonaro suscribe a la idea de que las Fuerzas Armadas defendieron al país del “peligro” del comunismo y de los movimientos de izquierda en general.
En este sentido, fueron significativas las declaraciones cruzadas entre Bolsonaro y Michelle Bachelet, ex presidenta chilena y Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas, en 2019. Bachelet señaló con preocupación lo que ella consideraba una “reducción del espacio democrático” en Brasil. Ante esto, Bolsonaro respondió aludiendo a la posibilidad de que Chile se hubiera convertido en Cuba si Pinochet no removía a la izquierda, entre la cual incluyó al padre de Bachelet misma, en 1973.
Además de esto, ese mismo año (2019) Bolsonaro ordenó la conmemoración del golpe de Estado de 1964, a lo que le siguió unos meses después la invitación al Palacio del Planalto a la viuda del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, uno de los oficiales más conocidos del régimen, quien además fue el torturador de la ex presidenta brasileña Dilma Rousseff.
En la otra vereda, encontramos a los sectores progresistas y de izquierda, quienes en tiempos de dictadura tuvieron que actuar en la clandestinidad. Hacia adentro de dichos movimientos tuvieron divergencias, por ejemplo respecto a la lucha armada, pero en general los unía el rechazo al régimen. Con la inminente debacle del gobierno de facto y el llamado a elecciones, surgió el Partido de los Trabajadores, que sería un actor clave en las siguientes décadas de la política brasileña.
El Partido de los Trabajadores y Dilma Rousseff
Durante los distintos gobiernos del PT se ha hecho mención a no olvidar los horrores de la dictadura. Silvio Almeida, actual ministro de Derechos Humanos y Ciudadanía de Brasil, en marzo de este año, en vísperas de otro aniversario de la dictadura, homenajeó en una ceremonia a los ciudadanos que lucharon contra el régimen en el marco de la nueva puesta en funcionamiento de la Comisión de Amnistía, la cual había sido prácticamente desmantelada por el gobierno de Bolsonaro.
Esta comisión, que actúa como órgano consultivo del Ministerio de Derechos Humanos y Ciudadanía, tiene el objetivo de analizar los pedidos de amnistía de aquellos que fueron perseguidos por razones políticas especialmente durante la dictadura. Entre 2019 y 2022, cuando Bolsonaro ocupó la presidencia, se rechazó un gran número de solicitudes recibidas: fueron 4.285 casos recibidos, de los cuales 4.081 resultaron rechazados durante ese período.
El ministro Almeida, además de lo mencionado, señaló una de las consecuencias de la dictadura que aún hoy prevalece: el proceso dictatorial amplió la brecha social y económica entre pobres y ricos, exacerbando el componente racial de esta brecha, que en Brasil estuvo muy latente durante esos años y que aún hoy es un elemento a considerar a la hora de analizar la sociedad de dicho país: «La redemocratización no alcanzó a sectores significativos de la población brasileña: los trabajadores que viven en las periferias y favelas, los negros y negras, los pueblos indígenas» expresó el ministro, quien además considera que aún debe dar una respuesta contundente a estos sectores para eliminar las diferencias sociales que se complejizaron durante la dictadura.
El que una víctima de torturas durante la dictadura, a quien intentaron acallar por su pensamiento y actividad política, haya llegado a presidenta de la nación como es el caso de Dilma Rousseff, es un hecho que muchos consideraríamos justicia poética. Pero pese a los grandes y evidentes avances en materia de democratización y ampliación de derechos, las cicatrices de la dictadura aún permanecen visibles en la región.
Sin embargo, tras casi cuatro décadas de democracia, el posicionamiento ante los gobiernos de facto sigue siendo un factor que divide aguas y pone a unos de un lado, y a otros, del otro. Si bien hoy en día en el cono sur la posibilidad de imponer golpes de Estado es algo lejano debido a la legitimidad del orden democrático (orden que tiene errores y aciertos, por supuesto), muchas ideas de esos años continúan latentes en algunos sectores de la población.
Estados Unidos: su rol actual después de las dictaduras latinoamericanas
No son sólo las ideas de esos años las que prevalecen, sino que hay un actor fundamental en este entramado que no se da por vencido en cuanto a imponer su influencia en el que aún considera su “patio trasero”: Estados Unidos. Al menos en el cono sur, este país ha desistido, por ahora, de implantar gobiernos dictatoriales, optando por maneras menos directas de influir puertas adentro de los países latinoamericanos, mediante formas más sofisticadas como financiar candidatos políticos de derecha liberal a través de fundaciones en cada país.
Sectores políticos que reivindican las dictaduras, desigualdades amplificadas en esas épocas que aún persisten al igual que ciertos ordenamientos como los de las fuerzas de seguridad, los actores políticos que surgieron a partir de la dictadura, el interés persistente de Estados Unidos en los asuntos internos latinoamericanos, las insuficiencias de la democracia, son elementos que justifican o contribuyen a que la posición ante la dictadura sea una que traza una diferenciación entre la sociedad, a casi cuarenta años de esos sucesos. Situación que permitió la llegada de Bolsonaro al poder, no sólo reivindicando la dictadura, sino promoviendo la participación de militares retirados y en actividad en importantes lugares de su gobierno.
Es comprensible que las opiniones favorables o “neutras” respecto a la dictadura aun tengan peso, debido a que existe una generalizada desinformación sobre lo sucedido en aquellos años, lo que favorece la confusión entre las nuevas generaciones.
Para los sectores progresistas y de izquierda es un enorme desafío multiplicar nuestros esfuerzos para explicar y dar a conocer lo que verdaderamente sucedió en aquellos períodos de violencia dirigida desde el Estado, en los que las economías de la región se vieron muy dañadas, lo que afectó fuertemente a muchos sectores de nuestras poblaciones.
*Victoria Di Cosmo es Licenciada en relaciones internacionales e integrante del espacio «El Patio Trasero» y del observatorio de juventudes del ISEPCI, e Isaac Rudnik es el Director Nacional del ISEPCi.
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