Por Victoria di Cosmo*
El distanciamiento y visibles tensiones entre Evo y el presidente Luis Arce suceden en un momento poco conveniente para el país, ya que, es necesaria la unidad entre dos de las principales figuras políticas para afrontar la crisis y asegurar la continuidad de un modelo que en otro momento, llevó a Bolivia a alcanzar niveles de bienestar nunca experimentados para el país.
A mitad de este año, Bolivia vivió un nuevo levantamiento militar. El 26 de junio de 2024, un grupo de militares tomó la Plaza Murillo, la cual se encuentra en la ciudad de La Paz, próxima al Palacio Quemado, la sede del gobierno boliviano. Dicho levantamiento fue dirigido por Juan José Zuñiga, General y jefe del Ejército, quien fue removido de su cargo junto con los demás miembros de la cúpula militar por el presidente Luis Arce. Luego de los eventos del 26 de junio, fue detenido de forma preventiva por los siguientes seis meses.
Crisis económica + estancamiento político
Para entender mejor lo sucedido es útil analizar el contexto en el que se desarrolló este intento de golpe de Estado, como lo denominó el presidente. Bolivia está atravesando un momento marcado por la inestabilidad y la crisis económica. El país que unos años atrás lideraba los índices de crecimiento en la región, hoy enfrenta una profunda escasez de divisas causada por la caída en los precios de las materias primas, principalmente de los hidrocarburos, donde Bolivia ha tenido un importante rol como exportador de gas natural a Argentina y Brasil desde la primera década de los 2000.
Desde hace algún tiempo, este sector está atravesando serias dificultades para mantener el nivel de producción de años anteriores. En 2015 se comenzó a registrar la caída de producción de gas natural. Debido a que la política gubernamental sobre hidrocarburos se enfocó principalmente en la producción y exportación, pero no tanto en la exploración de nuevos campos que habría permitido no sobreexplotar los yacimientos en uso.
Esta situación, naturalmente, pone en una difícil situación a Bolivia a la hora de cumplir con sus compromisos de exportación, que a su vez repercute en la entrada de divisas al país. De continuar así, difícilmente puedan sostener la venta de gas natural a sus principales compradores de la región.
Además de esto, las consecuencias de la pandemia por COVID-19 en términos económicos fueron muy profundas, generando una contracción de la economía del 7,9% en los primeros siete meses del año 2020. Si bien una vez que las medidas comenzaron a flexibilizarse a nivel internacional la economía boliviana comenzó a mostrar signos de recuperación, la recesión también estaba atravesada por la crisis del sector de hidrocarburos.
El contexto económico desfavorable trae consigo el malestar y la protesta social. Y en el caso de Bolivia, se suma la conflictividad política. La relación entre el actual presidente, Luis Arce, y el líder del Movimiento al Socialismo (MAS) y ex presidente Evo Morales, está en su peor momento. En otro momento de la historia, y no muy lejano, ambos habían trabajado en consonancia en el denominado “milagro económico boliviano”, siendo Luis Arce el Ministro de Economía y Finanzas desde 2006 a 2017, puesto al que volvió en 2019.
La relación ha desmejorado constantemente desde que Morales anunciara su intención de presentarse a elecciones presidenciales en 2025 como candidato del MAS. Arce, por su lado, busca la reelección. lo cual no solo genera una fractura hacia dentro del partido del que ambos forman parte, sino que también emana una tensión que tuvo uno de sus momentos más agudos luego del levantamiento militar.
Luis Arce se escuda en el fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional de diciembre de 2023, en el que se anuló la posibilidad de reelección indefinida, lo que le impide a Evo Morales volver a presentarse en las elecciones presidenciales de 2025. Esta situación derivó en que el presidente perdiera el respaldo del MAS en el poder legislativo, principalmente de la facción que apoya a Morales.
Como es esperable, cuando el poder ejecutivo y el poder legislativo están enfrentados, lo que surge es estancamiento político. Dicho estancamiento se hace más evidente cuando el país parece necesitar políticas tendientes a lidiar con los problemas económicos que afronta.
El levantamiento militar y el papel de Juan José Zuñiga
El levantamiento militar reciente le brindó a Morales otra oportunidad para evidenciar el distanciamiento en la relación con su ex ministro de economía. En una entrevista dijo, que recibió información de una fuente militar que aseguraba que el intento de golpe de Estado fue en realidad un autogolpe, orquestado por el propio Arce, quien unos días después lo desmintió.
En pocas palabras, Bolivia afronta varios conflictos al mismo tiempo: la crisis económica producto de bajos precios en materias primas, descenso de la producción y problemas arrastrados desde la pandemia, por un lado, y el estancamiento y conflictividad del ambiente político, que dificulta el alcance de consensos que permitan enfrentar la crisis. La protesta social es uno de los resultados visibles que surge de la combinación de los factores mencionados anteriormente.
El levantamiento militar fue liderado por Juan José Zuñiga, Jefe del Ejército. En varias oportunidades se había expresado en contra de la candidatura de Evo Morales en 2025, el lunes, dos días antes del levantamiento, había dicho en un programa de televisión que Morales no podía volver a ser presidente del país. Anteriormente, Zuñiga había formado parte del área de inteligencia durante el gobierno de Evo Morales y en 2022 fue ascendido por el presidente Arce.
El día en cuestión, junto con un grupo de soldados, tomaron la Plaza Murillo indicando que cambiarían a los ministros para recuperar la patria. Además, pidieron la liberación de lo que asumen como presos políticos, entre los que se encuentra Jeanine Añez. Dicha ex funcionaria hoy se encuentra encarcelada debido a su participación en los eventos posteriores a las elecciones de 2019, en las que Evo debió renunciar y exiliarse en México en medio de acusaciones de fraude y protestas masivas.
Zuñiga indicó algo similar a Morales, ya que, señaló que todo había sido planeado por el presidente Arce para ganar popularidad, porque se encuentra en medio de un contexto político que no le es favorable. Arce, volvió a negar esa acusación. El ahora ex jefe del Ejército se encuentra detenido.
Repercusiones
Tras conocerse lo que había sucedido en La Paz, múltiples jefes de Estado y políticos de la región expresaron su repudio. Tanto aquellos más cercanos ideológicamente al partido gobernante boliviano, como Gabriel Boric desde Chile, como la Ministra de Relaciones Exteriores de Argentina, quien forma parte de un gobierno cuyo signo político dista mucho del boliviano. La funcionaria indicó que los gobiernos sólo pueden ser cambiados en las urnas, independientemente de si a uno les gusta dicho gobierno o no.
Pese a esas declaraciones iniciales de la ministra argentina, pocos días después, se emitió un comunicado desde la Oficina del Presidente Javier Milei catalogando la denuncia de intento de golpe de Estado del presidente Arce como falsa. Además de señalar la alegada falsedad de lo sucedido, se indicó que la democracia de Bolivia se encuentra en peligro desde hace tiempo, y no por un golpe de Estado, sino por la repetición de gobiernos socialistas, que según el presidente mismo, derivan siempre en dictaduras.
Como producto de estas declaraciones, el gobierno boliviano llamó a consultas a su embajador en Argentina, Ramiro Tapia. En otras palabras, el embajador boliviano ha regresado temporalmente a su país de origen. en muestra de rechazo a lo expresado por el presidente Milei.
En el resto de la región,otros mandatarios han expresado su apoyo al gobierno de Bolivia y a la continuidad de la democracia, como Lula Da Silvia en Brasil, López Obrador en México, Nicolás Maduro en Venezuela y Lacalle Pou en Uruguay. Además, Pedro Sanchez, presidente español, también envió su mensaje de apoyo al país sudamericano.
Otro más y van…
Este evento suma un capítulo más a la larga historia de interrupciones (o intentos) de la democracia con la que cuenta Bolivia. Como señala Jonathan Powell, experto en inestabilidad política de la Universidad de Kentucky, Bolivia es el país con mayor cantidad de intentos de golpes de Estado del mundo desde 1950 hasta la fecha, contando 23 casos. De esos 23, 11 han sido exitosos y 12 han fracasado.
A la inestabilidad política interna que ha padecido el país, y que ha jugado un rol clave en la sucesión de gobiernos de facto, se le suma otro factor indispensable para explicar la recurrencia de los golpes de Estado en América Latina, principalmente de las décadas 1950, 1960 y 1970: el interés estratégico de Estados Unidos en la región.
Dicho país ha tenido presencia en la región por cuestiones normalmente referidas a mantener el “patrio trasero” en orden, es decir, para mantener su esfera de influencia en la región, promover entornos favorables a compañías estadounidenses y asegurarse el acceso privilegiado a recursos naturales propios de la geografía latinoamericana, entre otros.
En relación a los acontecimientos sucedidos recientemente, es interesante el punto que remarca Marco Consolo en su nota “Sobre el fallido golpe de Estado en Bolivia”: dos días antes del levantamiento militar, la canciller boliviana Celinda Sosa Lunda había citado a la encargada de negocios de Estados Unidos, Debra Hevis, para comunicarle el malestar causado por sus declaraciones, que el gobierno boliviano asumió como intentos de injerencia en los asuntos internos del país. En Bolivia no hay un embajador o embajadora de Estados Unidos desde 2008, cuando el gobierno de Evo Morales expulsó al por entonces embajador Phillip Goldberg acusándolo de operar activamente en la separación ideológica de la población junto con miembros de la oposición.
En el comunicado presentado por el Ministerio donde se dio a conocer la noticia del llamado a la encargada de negocios de Estados Unidos, no se dieron mayores detalles de lo sucedido, solo se indicó que el personal diplomático del país norteamericano había hecho declaraciones que califican como injerencias en asuntos internos de Bolivia.
Poco antes de eso, a mediados del mes de junio, el Ministro de Economía boliviano, Marcelo Montenegro, había señalado que el cuerpo diplomático estadounidense estaba involucrado en un golpe blando a la economía de Bolivia, siguiendo un plan enviado desde Estados Unidos y que contaba con el involucramiento de otras embajadas. Rápidamente la Embajada de Estados Unidos lo desmintió, expresando además que el gobierno boliviano carecía de fundamentos para hacer tales afirmaciones.
El panorama completo de Bolivia nos indica que hay múltiples aristas en múltiples conflictos, varios procesos en simultáneo que están entrelazados y que explican las dificultades del país para sobrellevar los desafíos actuales. Sumado a todo esto, el fantasma del golpe de Estado que parece siempre estar latente en la vida política boliviana. Por otro lado, el partido progresista principal de Bolivia, el MAS, parece ser víctima de una tendencia vista en otros partidos de similares características de la región: la dificultad para no ser movimientos personalistas.
El distanciamiento y visibles tensiones entre Evo y el presidente Luis Arce suceden en un momento poco conveniente para el país, ya que es necesaria la unidad entre dos de las principales figuras políticas para afrontar la crisis y asegurar la continuidad de un modelo que en otro momento, llevó a Bolivia a alcanzar niveles de bienestar nunca experimentados para el país.
*Victoria di Cosmo es Licenciada en Relaciones Internacionales e integrante del espacio «El Patio Trasero» y del observatorio de juventudes del ISEPCI.
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