El dengue es, entre otras causas, el resultado del desorden ambiental, inexistencias de políticas de tratamiento de la basura, indiferencia política, falta de responsabilidad civil, problemas de abastecimiento de agua potable.
Escribe: Fabricio Tejerina*
Técnicamente el dengue es una enfermedad viral transmitida por mosquitos, en Argentina el mosquito es el Aedes aegypti. Pero tenemos en cuenta que la salud individual o colectiva depende, en gran medida, de las condiciones ambientales en las que vive y se desarrolla una comunidad o individuo. Salud, ambiente y calidad de vida son una cadena indisoluble y de mutua dependencia entre sí. Para que esta cadena conserve su equilibrio y un funcionamiento satisfactorio, es fundamental que los ciudadanos comprendan la relación entre cada uno de sus componentes y puedan aplicar sus conocimientos en el momento de generar acciones y tomar decisiones, así como también para propiciar la participación en grupos y organizaciones comprometidas con problemáticas de la salud y del ambiente.
Por lo cual es importante ampliar la definición para entender el contexto donde se propaga el mosquito y por lo tanto, la enfermedad. Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que el dengue es el resultado del desorden ambiental, inexistencias de políticas de tratamiento de la basura, indiferencia política, falta de responsabilidad civil, problemas de abastecimiento de agua potable, entre otros.
Si nos preguntan a los biólogos cómo se puede solucionar, respondemos que la solución es no teniendo recipientes que contengan agua, o tenerlos de una forma que no actúen de criaderos. Un criadero es un recipiente artificial o natural en donde los mosquitos ponen sus huevos para cumplir su ciclo de vida acuático, Aedes aegypti es un insecto muy bien adaptado a desovar en recipientes artificiales.
Se han acumulado tantos datos sobre el mosquito que podemos llenar cientos de bibliotecas. Pero si conocemos tanto del mosquito, ¿por qué esta enfermedad aumenta su frecuencia y magnitud cada año? En un principio es necesario entender que el problema no es el mosquito, este no tiene el raciocinio ni lo tendrá jamás para hacernos “mal” adrede, por lo tanto no podemos considerarlo nuestro “enemigo”, ¿entonces? El problema se centra en “nosotros” y es ahí donde la cuestión se complica, porque los “enemigos” no son “los otros”, reconocer esta condición es fundamental para posicionarnos frente a esta problemática.
El dengue es un desafío tanto para el Estado, los privados, como para la sociedad, donde se involucran, entre otros, factores sociales, culturales, económicos, científicos, comunicacionales, intelectuales. Hay que establecer algunas premisas y puntos de partida para buscar consensos y empezar a trabajar para que esta enfermedad y otras que trasmiten estos mosquitos no sigan cobrando la salud y la vida de los argentinos. Lo que está ocurriendo con el Coronavirus, demuestra que si hay voluntad política, y el Estado toma su rol en la salud pública, es posible trazar metas sostenibles.
Según mi experiencia como Director de Control de Vectores en la ciudad de Posadas, enumeraré algunos aspectos a tener en cuenta para desarrollar un programa y no una campaña de duración generalmente estival, como punto de partida de una discusión más amplia. A esta altura del año 2020, 16 provincias tienen caos de dengue, circulan varios serotipos del virus, hay miles de infectados y varios muertos, realidad conocida y registrada estadísticamente, lo que podría ser un buen punto de partida.
Primero, tenemos que reconocer que en los países del tercer mundo como el nuestro, la investigación y la prevención están muy poco valorados, es decir, mal remunerados; es por ello que en este contexto siempre vende más la foto fumigando la plaza, que las acciones continuas que permitan educar al ciudadano, promover la participación del vecino, realizar un trabajo diario de concientización y sensibilización ante este tema. Una sociedad que ignora el problema va a ignorar las respuestas y soluciones. Debemos revertir esta realidad, poniendo empeño en el trabajo cotidiano y sacar el foco de la fumigación como la solución.
Segundo, se debe mejorar la toma, análisis y trasparencia de datos que se necesitan (de índices aédicos, de casos, de recursos, notificaciones de sospechosos, etc.), necesitamos estadísticas creíbles para tener un diagnóstico válido, donde se puedan evaluar las acciones y sobre todo tener estrategias sociales para involucrar positivamente a la sociedad. Llegando temprano a los primeros casos se puede evitar grandes brotes, para lo cual tenemos que tener un sistema de salud público y privado sensible a informar de forma rápida.
Tercero, en una logística de gestión territorial, los municipios deberían ser el primer frente y más importante en la prevención del dengue, esto demanda contar con equipos profesionales y técnicos que trabajen con una remuneración y equipamiento adecuado, coordinado, evaluado y sostenido con acompañamiento desde los Ministerios de Salud provincial y nacional. Implica que se desarrolle un trabajo constante todo el año y no solamente en verano. Es necesario tener en cuenta que seguir poniendo personal que vacune, tome la presión, haga fichas y además haga monitoreo entomológico, descacharrize y fumigue es totalmente contraproducente en este proceso. Por último, los intendentes tienen que tener una visión completa de que se trata, para no salir pidiendo máquinas y veneno para fumigar, como principal reclamo.
Cuarto, es un imperativo remarcar que las problemáticas vectoriales necesitan estar abordadas desde diferentes aspectos, con una base científica que ayuden a tomar las mejores decisiones, tiene que existir sinergia e intercambio de conocimientos entre las instituciones que investigan y las instituciones encargadas de ejecutar políticas de salud que tengan injerencia en la planificación de los programas de enfermedades vectoriales.
En este punto tenemos que plantearnos una serie de interrogantes: ¿Cómo se hace? Si actualmente los organismos nacionales y provinciales que se encargan del tema no coordinan de manera efectiva y solamente un número pequeño de municipios cuentan con algo de trabajo en el tema, con el agravante de que muchas veces las acciones solo comienzan en el verano cuando ya el problema está presente.
¿Cómo hacemos para que las universidades aporten conocimiento teórico que ayude a la práctica? ¿Cómo hacemos para acercar las partes entre los que saben y los que actúan? ¿Cómo hacemos para que los que toman las decisiones escuchen a los que saben? Una cosa es clara: Sin ciencia no hay buena salud, pero la ciencia por sí sola no es suficiente, es necesario que este conocimiento se ejecute en el campo que donde está el problema, tenemos que plantear que el “aumento del currículum” debe ir de la mano de sus aportes para la sociedad.
Quinto, se necesita una base jurídica para facilitar las tareas a los organismos que trabajan, resguardando la acción del Estado en ciertos casos. Al ser el dengue una manifestación de las condiciones sociales que permiten la proliferación de mosquitos, y que los criaderos en la mayoría de las veces están en el ámbito privado, provoca que una persona, familia, empresa, ponga en riesgo a toda la comunidad. Por lo que se necesitan leyes y ordenanzas que ayuden al momento de tomar decisiones. Hay experiencias de la lucha palúdica sobre este tema, también experiencias en otros países de cómo se aborda la propiedad privada en un problema público.
Sexto, tratar la situación de dengue exige cuestionar el manejo de uno de los servicios básicos imprescindibles, que es el agua en red. Nunca podremos decir que el dengue está controlado si no aseguramos la provisión de agua a cada rincón de la ciudad de forma segura y apropiada. Que no se corte cada dos días, o como en algunas ciudades y en especial en algunos barrios, todos los días durante el verano. Esta situación ocasiona inevitablemente que la gente mantenga recipientes con agua «por las dudas» y en consecuencia muchos de esos recipientes se convierten en criaderos. No solo en los asentamientos vemos esta realidad cotidiana, sino también en barrios que supuestamente cuentan con los servicios esenciales. En una sociedad donde tener agua potable y segura es un lujo, seguramente habrá dengue.
Séptimo, el manejo integral de Aedes aegypti contempla la utilización de insecticidas para el control del mosquito, considerado solamente cuando hay casos sospechosos o confirmados, para disminuir o eliminar a los insectos infectados que puedan contagiar; pero contradictoriamente aplicar insecticidas sin los resguardos, medida y controles que esa acción implica, es decir, no cumplimentar con las maquinas adecuadas, el personal adecuado y en el momento adecuado, resulta altamente más perjudicial que beneficioso: se contamina el suelo y el agua, se matan insectos beneficiosos como las abejas, afecta a la salud de personas con problemas respiratorios, etc. No existe ninguna prueba de la fumigación preventiva sea eficaz, solamente funciona como “placebo social” generando una falsa sensación de seguridad y se tira la responsabilidad a quienes “no fumigaron”. Sin mencionar los costos altísimos de la aplicación de insecticidas y lo que es más peligroso, es la selección de mosquitos resistentes.
Octavo, el dengue nos cuestiona la forma que generamos y damos tratamiento de la basura: los residuos sólidos urbanos (RSU), elementos de descacharrado, electrónicos, neumáticos etc., cómo los desechamos y dónde son depositados habitualmente: en el arroyo del barrio, en los baldíos, al costado de las calles que salen de las ciudades.
La recolección de inservibles en el descacharrado debe ser procesado para no llevar criaderos de un lugar a otro, el tratamiento de estos elementos puede generar puestos de trabajo genuino, lo mismo ocurre con los neumáticos que son excelentes criaderos de mosquitos, y solamente existe una planta de tratamiento en el país, deberían generarse por lo menos 3 o 4 más, regionalmente.
Noveno, desde lo comunicacional se debería tener consensos sobre la información a dar, crear productos radiales, audiovisuales, gráficos y todos los demás instrumentos de difusión, buscando comunicar claramente y haciendo énfasis en el ciclo de vida del mosquito, fundamentalmente el ciclo acuático y qué es un criadero, que es donde debemos actuar.
Desarrollar una base teórica sobre la percepción de riesgo de la población sobre la enfermedad y sobre los conceptos como: qué es un patio limpio, por qué se mantienen los criaderos de mosquitos en los hogares, y cuestiones relacionadas con las ciencias sociales que nos ayuden a entender sobre qué criterios la población construye sus conocimientos. En la educación formal se debe agregar a los planes de estudios toda esta problemática desde el nivel inicial.
Décimo, lo importante es que actuar de esta manera, trabajando sistemáticamente a lo largo del año, es realmente más económico, más barato, menos costoso, más saludable, más ecológico y seguramente salvaremos más vidas, que empezando a actuar cuando los casos ya empezaron. Hay muchos trabajos que calculan que el gasto que insume una epidemia, sumado a los días perdidos de trabajo de un enfermo y sus familias, superan ampliamente a lo que podría invertir el Estado trabajando todo el año con equipos mínimos y bien entrenados.
*Fabricio Tejerina es Biólogo y Entomólogo, recibido en la Universidad de Córdoba. Fue Director General de Vectores de la Municipalidad de Posadas entre los años 2005 a 2009. Actualmente es Director del ISEPCi de la Provincia de Misiones.