A 78 días de la primera víctima fatal del coronavirus se superan los 100.000 muertos en todo el mundo. Pareciera que ataca a todos por igual, pero deja en evidencia las crecientes desigualdades en las que vivimos.
Escribe: Santiago Martínez Laino*
Llegó la fecha, luego de 78 días de la primera víctima fatal del coronavirus se pasó la barrera de las 100.000 personas fallecidas en todo el mundo, un virus que ataca la esencia del ser humano como ser social, con una transmisión 10 veces más potente que la de la gripe. Un virus que nos ha llevado a proponer el aislamiento como medida esencial para protegernos.
El 19 de marzo el Presidente Alberto Fernández, con el consenso de los gobernadores, de las fuerzas políticas con representación parlamentaria, los movimientos sociales y la gran mayoría de la población, dictaba la cuarentena o el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. Ese día en Argentina había 3 personas fallecidas por el Covid-19, en tanto que en el mundo sumaban 9850 las víctimas fatales, desde ese día hasta hoy pasaron tres semanas y un día. Tan sólo 22 días para que se multiplicaran por 10.
El crecimiento exponencial fue asombroso, me llamó la atención que si uno contaba la suma de los últimos siete días, eran más de la mitad de la totalidad de las víctimas mortales hasta ese momento. Esa suma parcial se repitió al otro día, al otro, y al siguiente. Se superaron los 20.000 muertos el 25 de marzo, los 30.000 el 28 de marzo, los 40.000 el 31 de marzo y los 50.000 el 2 de abril, hace apenas una semana y un día.
Estamos ante las medidas correctas en materia sanitaria, basta ver como se dispararon las cifras mortales en Brasil, quien tuvo su primera muerte por Covid-19 luego de diez días de la ocurrida en Argentina o en Estados Unidos que viene escalando posiciones en ese ranking siniestro y si no es mañana, pasado mañana seguramente pasará a la delantera.
Como decía al principio, este es un virus que ataca a hombres y mujeres en su característica esencial como ser social. Ataca a las multitudes que fueron protagonistas de la historia. Pero al mismo tiempo requiere un comportamiento colectivo y solidario para poder vencerlo.
Es un virus que desnuda las injusticias del sistema, que aunque pareciera que ataca a todos por igual, deja en evidencia las crecientes desigualdades en las que vivimos
Thomas Piketty en un párrafo en la introducción de Capital e Ideología afirma: “El aumento de las desigualdades socioeconómicas observado es la mayoría de los países y las regiones del planeta desde la década de 1980/1990 figura entre los cambios estructurales más inquietantes a los que el mundo se enfrenta a comienzos del siglo XXI. Es muy difícil imaginar soluciones a otros desafíos de nuestro tiempo, empezando por los climáticos y migratorios, si antes no somos capaces de reducir las desigualdades y construir un estándar de justicia económica que sea aceptado por la mayoría”.
Esas desigualdades, en nuestro país se expresan en tener un Índice de pobreza que alcanzó al 35,5 % de los habitantes en el segundo semestre del 2019, según el INDEC. Es decir que sobre una población de 47 millones de habitantes, alrededor de 16,4 millones de personas no tienen los ingresos suficientes para adquirir la alimentación, los servicios básicos y la indumentaria que se requieren para no ubicarse por debajo de la línea de pobreza.
Es por eso que no podemos hablar de igualdad ante el Covid-19 porque no existe esa igualdad previa. No podemos hablar de un solo tipo de cuarentena o un solo tipo de medidas para que no afecte a los múltiples sectores afectados por la pérdida de ingresos debido a las justas medidas de aislamiento que debemos tomar para no ser alcanzados masivamente por este virus que en nuestro país puede tener efectos devastadores.
Frente a eso es necesario recurrir al Estado, ese mismo Estado que fue diezmado por las políticas neoliberales. Que fue ajustado y recortado en educación, salud y ciencia. Donde las y los profesionales y trabajadores que reciben el aplauso de las 21hs., cobran sueldos magros, muy, muy magros, producto de décadas de mala gestión, lo mismo que los científicos que antes, en los 90, fueron enviados a lavar los platos y que luego se les recortó el presupuesto en forma abusiva en los últimos cuatros años. Hoy se les implora a quienes trabajan en el Instituto Malbrán que encuentren una vacuna o alguna solución cuando han sido desfinanciados en forma sistemática.
El Estado, que tiene la solvencia que tiene, debe ser muy creativo a la hora de buscar soluciones ante un hecho inédito en la historia mundial. En materia económica la situación era ya muy crítica antes de la pandemia. Con la decisión de la cuarentena, hay múltiples áreas y sectores de la economía formal y sobre todo de la economía informal que han visto reducida o detenida su actividad. Empresarios pequeños y medianos, comerciantes, monotributistas, cuentapropistas, se han quedado sin ninguna fuente de ingresos, el Estado dio algunas respuestas, parciales y tardías hasta ahora. Lo cierto es que estamos ante muchas incertidumbres con respecto a este virus y cómo derrotarlo. Es por eso que la cuarentena tiene fecha de inicio pero es incierta la fecha de finalización.
Como ejemplo es bueno tomar a los movimientos sociales, los mismos que permanentemente son desprestigiados y estigmatizados como: “los piqueteros”. Pero son esos mismos movimientos sociales que desde la crisis del 2001 se vienen poniendo al hombro, en los sectores más vulnerables, la forma para hacerle frente al hambre y la miseria. Esta forma tiene un método. Ese método es plantear la solución desde una propuesta colectiva y comprometida, donde las mujeres son protagonistas y discuten desde ahí también la desigualdad de género. Esos movimientos sociales una vez más se pusieron al frente de la crisis con sus comedores y merenderos en medio de la pandemia. Fueron y son solidarios con las y los jubilados en las filas de los bancos en todo el país como lo hizo Barrios de Pie-Libres del Sur. El método es el mismo, el solidario y colectivo.
Un Estado más creativo con la crisis como constante
Tampoco se sabe bien cómo se flexibiliza o se sale paulatinamente de la cuarentena. Frente a esto el Estado debe buscar soluciones a largo plazo. La única certeza que tenemos es que no hay certezas, que las medidas de aislamiento social e higiene deben continuar. Es por eso que hay que planificar una salida que vaya poniendo en marcha alguna actividad económica, o distribuyendo los ingresos necesarios para que las y los trabajadores no vean peligrar su fuente laboral. Para que las familias no pierdan en absoluto sus ingresos.
No es fácil, pero seguramente habrá que instrumentar medidas de prevención sanitaria mayores a las que veníamos teniendo o de circulación mínima de gente, con turnos rotativos, manteniendo las distancias. Pero que habilite ir recuperando algún nivel de actividad económica que nos permita distribuir un mínimo de ingresos hasta que pase el pico de contagios. Todo parece indicar hasta que pase el invierno.
También puede ser una buena oportunidad cuando pase la pandemia para intentar un país y un mundo con menos desigualdades. “Bien podría ser que la de desigualdad de ingresos tienda a aumentar como consecuencia de la operación de los mercados -una ley ‘newtoniana’ de la distribución de ingresos, a menos que los gobiernos contrarresten esta tendencia o surja algún cataclismo.” Decía Adam Przeworski en ¿Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones?
¿Un dato alentador?
Volviendo al principio de esta nota, donde se marcaba que la tendencia de aumento exponencial iba creciendo, decía que desde el 19 de marzo, si uno contaba para atrás 7 días y sumaba las victimas mortales del Covid-19, eran más de la mitad del total hasta ese momento. Esa conclusión, se fue repitiendo en los días posteriores, hasta el 5 de abril inclusive. Pero desde el 6 de abril ese incremento dejo de verificarse. No quiere decir que no hubo incremento en los casos día a día. De hecho el día con más decesos fue el 7 de abril con 7300.
Otro dato optimista es que nuestro país viene llevando este aislamiento solidario en forma masiva y eso hace que solo tengamos que lamentar 82 fallecidos en 39 días luego de detectado el primer infectado de Covid-19, mucho menos de los de Brasil, con un presidente irresponsable como Jair Bolsonaro o los de otros países que no llevaron a tiempo estas medidas preventivas.
Seguramente el 2020 no será un buen año, pero depende de todes que no sea peor. También depende de todes que empecemos a pensar un país y un mundo con menos desigualdades.
*Dirigente Nacional de Libres del Sur
Tw: @clorfus