La Economía Popular  necesita de gente que crea en la gente y que construya una economía solidaria
en acuerdos con los actores del territorio. 

Escribe: Rubén Daza

Pasaron 80 años del libro «historia de una pasión Argentina» de Eduardo Mallea y
creo que es difícil que la Argentina visible aporte al espíritu de patria. En tiempos de convulsiones en América Latina producto de una combinación de factores: desigualdad, falta de oportunidades, sistemas educativos inequitativos, corrupción sistémica, bajo respeto institucional, bajos ingresos, etc. En la Argentina un 9,3% de las familias son de alto riesgo, de acuerdo a nuestro sistema de
atención primaria de la salud tienen una combinación de estás vulnerabilidades:  discapacidad, ingresos insuficientes para garantizar una buena alimentación, bajo nivel educativo, infraestructura de vivienda complicada, baja competencias en oficios, familia numerosa entre otros.

Hay un 22.2 % con riesgo medio, con cantidad de alimentos pero baja calidad, muchos de la economía popular, oficios con competencias baja o media. Los problemas que se enfrentan son sistémicos, de múltiples vulnerabilidades, necesita de una intervención integral, por proyectos o programas que sean parte de procesos de dos a cuatros años según el estadio de desarrollo inicial. Se deben utilizar enfoques formativos grupales y sistemáticos, por competencias con  énfasis en el aprender haciendo y el desarrollo del saber ser y el saber convivir. La institucionalidad debe acompañar esta demanda y por lo tanto debe realizarse para lograr la interpelación de al menos tres instituciones con roles diferentes con el objeto de lograr el mayor compromiso y superar las formalidades actuales.

Por definición no hay desarrollo local sin municipio, si queremos construir territorios solidarios sustentables, uno de los actores obligados es el Municipio que deberá conformar un equipo mínimo con capacidad de gestionar hacia adentro y hacia afuera. Existen modelos para lograr dicha formación en la práctica territorial. Por otro lado es evidente la necesidad de una institución técnica o académica que disponga de facilitadores educativos calificados, comprometidos y con capacidad
para aplicar el enfoque por competencias, para superar el power point (donde se obliga a la gente a un nivel de abstracción imposible de alcanzar), que considere al aula como “la actividad”, el predio, donde en igualdad de condiciones productores/emprendedores junto a los facilitadores puedan construir el conocimiento más adecuado al contexto. Este aprendizaje grupal genera un espíritu
de conjunto que será la base de una organización solidaria y sustentable productiva y socialmente.
La tercera institución es la que financia que debe descentralizar los fondos en los municipios para garantizar la disponibilidad en tiempo y forma para evitar nuevas frustraciones.

La gente tiene que saber que va a haber un proceso de intervención con técnicos calificados y con valores, con una metodología de incentivos y de obligaciones, con una frecuencia semanal/quincenal de encuentros grupales a campo es decir dónde ocurren las cosas para llevar un programa acordado en forma participativa con el grupo. Que va durar lo que sea necesario hasta que auto gestionen sus proyectos de vida en una comunidad organizada y solidaria. Los procesos formativos es una propuesta fundamentada en el crecimiento de productores/emprendedores/unidades productivas a partir del fortalecimiento de sus conocimientos técnicos, tecnológicos, actitudes y valores para la convivencia
social, que le permiten desarrollar en una actividad productiva. La persona así formada es capaz de integrar tecnologías, moverse en la estructura ocupacional, plantear y solucionar creativamente los problemas y saber hacer en forma eficaz. Para hacer esto hay que tener las patas con tierra, hay que conocer y reconocer. No alcanza con simbolismos para limpiar conciencias como decía José ingenieros en el hombre mediocre.

Esto necesita de gente que crea en la gente y que construya una economía solidaria en acuerdos con los actores del territorio. Con pequeños productores produciendo alimentos frescos pero donde existan mínima experiencia y maquinaria incorporar industrialización, generar “franquicias sociales” con los casos exitosos para replicar. Debemos avanzar en la idea del mercado de cercanía realizando una gran alianza con los cientos de miles de almacenes y verdulerías para evitar la intermediación extractiva.  Fortalecer y ampliar los bancos de microcréditos en especial los de mujeres que lo constituyen con sus ahorros sobre la base de la confianza generando créditos que
van entre los 30.000 y 60.000 pesos que además de constituir una fuente de financiamiento barata y segura se convierten en el núcleo solidario desde donde expandir nuevas alianzas en el territorio.
Un sistema de microcréditos (5/10 cuotas) vecinal para mejoras de viviendas (gas, agua, cloacas, aumento de una habitación, mejora de baño, etc.) con obras de 30.000 pesos. Con un fondo inicial de mil quinientos millones de pesos y un flujo adecuado se generan 50.000 obras permanente, a medida que aumenta la confianza se amplía el financiamiento por aportes de la gente. Esto crea
20.000/25.000 ingresos mensuales de 30.000 pesos.
Cambiar el manejo de los pequeños productores bovinos que tienen en promedio 50 animales, cada 700 ganaderos en tres años cambiando el paradigma de vender novillos y pasar a vender terneros con engorde en valles. Representan mil millones de pesos anuales en la cadena de carne. Esto representa 2000 puestos de trabajo directo de 40.000 pesos mensuales. Y se necesita una inversión inicial en semillas, boyeros, tanques australianos, zootecnistas y técnicos de $300.000.000.
Podemos hacer los números en otras actividades como porcinos, hortícolas, caprino, camélidos, textiles. Turismo Rural tiene una tremenda potencialidad existen metodologías comprobadas y que amplía la gastronomía y sinergiza la producción de alimentos.

En oficios urbanos, confección, jardinería, juguetes didácticos en la medida que se acompaña con asistencia técnica, tecnología, diseño, son sectores que tienen mucho para aportar. El uso nteligente de los espacios públicos urbanos visibiliza y fortalece el acceso a los mercados.

Los productos agroecológicos son demandados por los consumidores, es la agricultura familiar donde es posible desarrollar la agroecología. Necesitamos armar redes con los niveles terciarios y secundarios para formar los técnicos medios y superiores que necesita la base de una pirámide de capacidad técnica territorial. Muchas veces la pirámide parece estar invertida, hay más proporción de investigadores que profesionales operativos. La relación debería ser 1/3/30/150/750 investigador/ingeniero/técnicosuperior/técnicomedio/productores respectivamente. Para lograr esto hay que involucrar el sistema educativo con la actividad económica primero mediante  prácticas profesionalizantes masivas con la adecuada vinculación en cuanto a términos de referencia y con una doble tutoría (docente y profesional de la práctica económica); luego con pasantías rentadas que premien a las mejores prácticas para culminar en un tercer año en un primer empleo dependiente de la organización de productores.

Hay que avanzar y profundizar la educación solidaria en todos los niveles
educativos. Debemos construir poder territorial, entre municipio, academia y la economía
solidaria. El municipio debe entender y asumir el valor político de promover la
economía solidaria en su territorio. Todo esto y seguramente otras medidas generan un modelo orientado a la construcción de un territorio solidario con elementos sociales y económicos que
amplían el capital social, la confianza, la reciprocidad y la solidaridad con asociatividad.

Esto que pretendemos se presentó – hace 70 años – en el congreso mundial de filosofía en Mendoza, un modelo que promovía «El desarrollo del hombre en una comunidad organizada sobre la base de la solidaridad», y rechazaba la lucha de clases porque rompía la esencia de comunidad. El hombre solo se realiza en una comunidad que se realiza.

Rubén Daza

Contacto: 3884040674