Segunda vuelta en Chile| ¿VUELVE LA DERECHA?

*Por Victoria Di Cosmo

El pasado 16 de noviembre los chilenos acudieron a las urnas para la primera vuelta de las elecciones presidenciales, que terminarán de definir al próximo primer mandatario el 14 de diciembre cuando se celebre la segunda vuelta. Estas elecciones estarán protagonizadas por los dos candidatos con mayor cantidad de votos obtenidos en la primera vuelta: por un lado está Jeannette Jara (por parte de la coalición de izquierda Unidad por Chile) y Jose Antonio Kast (del Partido Republicano). 

Sin dudas uno de los aspectos más llamativos de estas elecciones ha sido la evidente polarización entre las orientaciones políticas de izquierda y derecha de ambos candidatos. En los siguientes párrafos analizaremos el panorama que han dejado las elecciones y qué es posible anticipar para la segunda vuelta, cuando finalmente Chile tenga a su próximo presidente. 

Los candidatos 

En la primera vuelta de las elecciones de noviembre, ninguno de los dos candidatos con mayor caudal de votos superó el 50%, por lo que se abrió la puerta para una segunda vuelta en diciembre. 

Jeannette Jara es la candidata de la coalición Unidad por Chile, que integra al Partido Comunista, en donde ella militaba, y a otros partidos progresistas. Jara, fue quien sacó mayor porcentaje de votos, con el 26,8%, mientras que su oponente obtuvo el 23%. En total fueron ocho candidatos los que se presentaron a los comicios, por lo que en la próxima vuelta, los votantes que no eligieron a ninguno de los dos serán clave para definir el resultado. 

Jara, la candidata apoyada por el oficialismo, y quien también ganó el voto de los chilenos que residen en el exterior (con el 46,66%), reunió la mayoría de votos en la zona de la capital nacional, en Valparaíso y el sur del país. Además de ser abogada, se desempeñó como Ministra de Trabajo y Previsión bajo el gobierno de Gabriel Boric entre los años 2022 y 2025.

Su victoria, aunque parcial debido a que aún resta la segunda vuelta, marca un hito significativo para el Partido Comunista del cual proviene, ya que esta última elección representó uno de los mayores logros en los más de 100 años de historia de dicho partido en el país.

 Además, el Partido Comunista fue proscrito durante la dictadura, pero tras terminar ésta, ocupó un lugar marginal en la vida política chilena, normalmente en oposición a los gobiernos de transición y ya en plena democracia. El haber ganado las elecciones internas que la definieron como la candidata de la coalición también refuerza lo atípico de estos comicios, ya que logró superar a figuras con mayor peso dentro de la centroizquierda, como el candidato del Frente Amplio (de donde proviene Boric), Gonzalo Winter.

Como fue mencionado antes, el Partido Comunista, pese a haber tenido avances positivos con otros partidos en los últimos años (tuvo representantes en el Congreso desde 2010 y formó parte de un gobierno en 2014), ha ocupado mayoritariamente un lugar relegado en la política del país, pese a haber contado en el pasado con personas de la talla de Victor Jara y Pablo Neruda entre sus filas. Esto, junto a la necesidad de reunir votos de centroizquierda, explica que Jara en su campaña haya buscado distanciarse del discurso e iconografía típicas del comunismo. 

La victoria de Jeannette Jara, aunque parcial debido a que aún resta la segunda vuelta, marca un hito significativo para el Partido Comunista del cual proviene, ya que esta última elección representó uno de los mayores logros en los más de 100 años de historia de dicho partido en el país.

Un ejemplo de lo mencionado anteriormente es la diferencia que ha marcado con el presidente del Partido Comunista, Lautaro Carmona, al decir que en Cuba hay presos políticos y que hay informes internacionales que evidencian las violaciones a los derechos humanos en la isla. 

Antes de la dictadura encabezada por Pinochet, el Partido Comunista en Chile tenía una amplia base de apoyo que le permitió formar parte del gobierno de Salvador Allende. Tras ser éste derrocado, el partido debió pasar a la clandestinidad debido a la grave persecución que sufrirían sus militantes. Cuando comenzaron las negociaciones para la transición a la democracia, el Partido Comunista optó por mantenerse alejado. 

Más de una década tendría que pasar tras el final de la dictadura para que el partido decidiera ponerse en marcha para aumentar su influencia en los sectores populares. Para eso, en lugar de mantenerse en la ortodoxia, sus dirigentes optaron por posiciones más dialoguistas y negociadoras para volver a insertarse en el sistema político chileno.  Los estallidos de 2011 sumaron muchos jóvenes a la militancia de izquierda. 

Los esfuerzos de años anteriores se tradujeron en la administración de políticos comunistas de dos ministerios en el gobierno de Michelle Bachelet y tres ministerios en el gobierno de Boric, junto con 10 diputados y 2 senadores, números muy positivos sobre todo cuando observamos en general a los partidos comunistas del resto de la región, que son prácticamente irrelevantes. 

Como fue mencionado antes, Jara busca desmarcarse de la ortodoxia comunista y centrarse más en los problemas que viven los chilenos en la actualidad, como la seguridad y la economía, áreas de trabajo que la gente suele asociar más a gobiernos de derecha. 

El desafío de lograr acaparar los votos de otros sectores de izquierda y centroizquierda hace necesario adoptar una posición conciliadora en varios aspectos, pero su gestión como Ministra de Trabajo y Previsión le suma algunos puntos favorables. En este sentido, bajo su administración se aumentó el salario mínimo a más de $500 dólares estadounidenses, y logró la jornada laboral de 40 horas (proyecto que originalmente había sido propuesto por una legisladora comunista, Camilla Vallejos, en 2017, y quien hoy se desempeña como Ministra Secretaria General de Gobierno del país). 

Jara busca desmarcarse de la ortodoxia comunista y centrarse más en los problemas que viven los chilenos en la actualidad, como la seguridad y la economía, áreas de trabajo que la gente suele asociar más a gobiernos de derecha. 

La polarización que caracteriza a estas elecciones pone al otro candidato, Jose Antonio Kast, en el extremo opuesto. 

Kast es ya conocido para la sociedad chilena, puesto que esta es la tercera vez que compite por la presidencia (además ha sido diputado y concejal). La última vez fue en las elecciones que dieron como ganador a Boric, el  actual presidente. En este caso, llegó a la segunda vuelta en segundo lugar pero con amplias chances de ser el ganador, ya que se presume que los votos que fueron hacia otras opciones de derecha irán hacia él. 

Al tener una clara orientación conservadora y católica, en el pasado se ha expresado en contra de cuestiones como el matrimonio entre personas del mismo sexo, del aborto incluso en casos de violación, de los metodos anticonceptivos (tanto regulares como los de emergencia) y de la educacion sexual en las escuelas. Actualmente, si bien ha tratado de no polemizar esas cuestiones, las mismas siguen siendo parte de su pensamiento. 

Su comienzo en la política parlamentaria fue en 2002, cuando ocupó el puesto de diputado. Allí se encargó de promover sus ideas propias del conservadurismo catolico, ideas que consideraba que se habían perdido. Previamente había formado parte de la Unión Democrática Independiente (UDI), una organización política que apoyó abiertamente al dictador Augusto Pinochet y a su modelo neoliberal (de hecho el mismo Kast apoyó en la televisión al sí a la continuidad del dictador por ocho años más, en el plebiscito de 1988). 

Tras militar en dicha organización por muchos años, terminó dejándola en 2016, ya que según su perspectiva, la UDI se había alejado de sus principios fundadores por buscar ser un partido con más llegada a la sociedad. En 2019 formó el Partido Republicano donde se dedicó a retomar los principios conservadores y católicos de la UDI y hacerlos propios del nuevo partido. 

José Antonio Kast en años anteriores formó parte de la Unión Democrática Independiente (UDI), una organización política que apoyó abiertamente al dictador Augusto Pinochet y a su modelo neoliberal (de hecho el mismo Kast apoyó en la televisión al sí a la continuidad del dictador por ocho años más, en el plebiscito de 1988). 

Gran parte de la derecha había optado por adoptar una actitud menos rígida que la sostenida en el pasado, por ejemplo en temas impositivos y de gasto fiscal, alejándose en cierta medida del modelo neoliberal, pero Kast mantuvo su ideología prácticamente intacta. 

Los estallidos sociales de 2019, desencadenados por un incremento en las tarifas del transporte público, pusieron de manifiesto el descontento de millones de jóvenes con la desigualdad latente que llevaba años viviendose en Chile. A pesar de ser uno de los países mejor posicionados en cuanto a la economía en la región, también es el más desigual y lo ha sido por mucho tiempo. Dichos estallidos dieron gran impulso a la izquierda como fuerza política, lo cual derivó en la elección de Gabriel Boric como presidente.

Kast, quien perdió las elecciones frente a Boric en 2021, catalogó a las manifestaciones como revueltas izquierdistas violentas que debían ser controladas a través de “mano dura”. Con la llegada de la pandemia y la crisis económica, reforzó su discurso sobre el libre mercado, contra la inmigracion, y la ya mencionada mano dura, entre otros. 

En 2025, su discurso es básicamente el mismo, pero llega a las elecciones con mucho más apoyo del que tuvo en años anteriores, a pesar de que hoy en día hay candidatos que lo superan en su extremismo de derecha. En algunas cuestiones sociales, si bien está claro que no ha cambiado de opinión, ha moderado levemente su discurso y eso lo ha acercado con otros líderes de derecha, lo cual le será probablemente beneficioso para la segunda vuelta. 

Su discurso e ideas son una combinación de las viejas ideas de la UDI durante el pinochetismo y de la derecha global, fuertemente conservadora, y de los Chicago Boys. Se considera cercano a Donald Trump y Javier Miei, considera a la diversidad sexual como resultado de la “ideologia de genero”, rechaza profundamente a la izquierda y al feminismo (y a cualquier cosa que se aleje del modelo de familia tradicional), es crítico del multilateralismo y propone medidas duras contra la inmigracion, sobre todo en la frontera con Bolivia. A pesar de que representa ideas que muchos consideran anacrónicas para el año 2025, este es el candidato que cuenta con mayores probabilidades de ganar la presidencia. 

La segunda vuelta:  ¿Regreso inminente de la derecha?

A menos que las encuestas se equivoquen estrepitosamente una vez más, todo parece indicar que la derecha volverá a gobernar Chile. Los votantes de los demás candidatos de derecha se ven más cercanos ideológicamente a Kast (incluso si guardan diferencias), ya que votar a una militante comunista ni siquiera es una posibilidad desde sus perspectivas.  

Estos candidatos, que quedaron en cuarto y quinto lugar, son Johannes Kaiser, libertario, obtuvo el 14% de los votos, y Evelyn Matthei (heredera de Sebastian Piñera, una derecha más tradicional) el 13,7%. Juntos reúnen alrededor del 27% de los votos que se suponen irán para Kast. El candidato que quedó en tercer lugar, Franco Parisi del Partido de la Gente, logró un 19%, por lo que sus votantes también serán relevantes para el resultado final. 

Parisi se ha referido a sí mismo como alguien que no es ni “facista ni comunista”, pero a la hora de la definición, es probable que sus votantes se inclinen más hacia la derecha, principalmente en cuestiones como la inmigracion o las libertades individuales. Si bien este partido reúne a muchas personas decepcionadas de la política tradicional, las encuestas han indicado que la mayoría votaría a Kast. A pesar de eso, solo el conteo de votos una vez finalizada la segunda vuelta podría indicar si esas encuestas fueron precisas o no. 

Hay múltiples razones que pueden explicar el actual panorama que enfrenta Chile de cara a las elecciones. Si bien Boric deja la presidencia con alrededor del 30% de imágen positiva -lo que constituye un buen porcentaje- se enfrentó a la crisis económica que trajo la pandemia y al fracaso del proyecto de la constitución para reformar la actual (que se mantiene en gran parte igual a la del pinochetismo), lo cual fue un duro revés para un gobierno que surgió en parte como resultado del hartazgo de muchos chilenos a los resabios de la dictadura. Además, el partido que actualmente gobierna, llegó al poder con el objetivo prometido de superar los estragos que dejó el neoliberalismo en la sociedad, visibles en la desigualdad económica característica del país y de un crecimiento económico que no fue acompañado de inclusión. Esto se suma a la promesa de finalmente lograr todo lo aún adeudado desde la transición a la democracia, pero los problemas que desencadenó la pandemia hicieron que fuera apremiante encargarse de otras cuestiones. 

El aumento considerable de inmigrantes venezolanos en el país generó malestar para muchos chilenos, quienes asocian la presencia de dichos inmigrantes con incrementos en las tasas de criminalidad. Si bien la candidata del oficialismo ha tenido grandes aciertos, como la disminución de la jornada laboral y el aumento del salario mínimo, la derecha logró unirse con fuerza pese a las diferencias entre sus principales candidatos, avanzando en dirección a la casa de gobierno.

El giro a la derecha que parece inevitable en Chile refuerza una dinámica que se ha venido repitiendo en los últimos años, la del movimiento pendular entre izquierda y derecha. Esto parece explicarse por el aumento de opciones electorales más radicales a ambos lados del espectro político, en detrimento de las opciones de antaño que tenían discursos más moderados (la Democracia Cristiana en la centroderecha y la Socialdemocracia en la centroizquierda). 

El caso de Chile es extremo pero no es el único país donde la derecha está ganando fuerza, de hecho es la tendencia que está dominando Latinoamérica. Uno de los fenómenos que dejó la pandemia fue el ascenso de varios gobiernos de derecha en la región, como en Argentina. 

Las dificultades económicas tras la irrupción del COVID-19 generaron o intensificaron el malestar y disconformidad de millones de latinoamericanos que se volcaron a una derecha que resurge con promesas de enfocarse en los problemas inmediatos: delincuencia, seguridad de las fronteras, desempleo y arreglo de la economía, entre otros. Los sectores progresistas que afrontaron la pandemia estando en el poder tuvieron problemas para conciliar lo prometido en campaña y los imprevistos propios de un mundo cada vez más interconectado.  

La reconfiguración del panorama político en la región parece inminente, sobre todo si observamos que la derecha chilena también se dirige hacia la mayoría parlamentaria. En poco tiempo, Chile se sumaría a la lista de países con gobiernos de este signo, lo que posiblemente traerá cambios en las relaciones intrarregionales y con Estados Unidos.

Las izquierdas tanto de la región como de Chile tendrán que articular nuevas formas de dar batalla a la extrema derecha y afrontar el desafío de adoptar estrategias que les posibiliten llegar nuevamente al electorado.


*Victoria di Cosmo es Licenciada en Relaciones Internacionales e integrante del espacio «El Patio Trasero» y del observatorio de juventudes del ISEPCI.

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